Siomara
España Muñoz (Guayaquil, Ecuador 1976). Poeta y Catedrática de Lengua y Literatura / Licenciada en Literatura y Español,
Posgrado en Estudios Artísticos, Literarios y de la Cultura, Universidad
Autónoma de Madrid; Ha publicado los poemarios: Concupiscencia, Alivio Demente, De Cara al fuego, Construcción de los sombreros encarnados /
Música para una muerte inversa, Contraluz,
El Regreso de Lolita; Ha sido
incluida en Múltiples Antologías Poéticas de Ecuador, Perú, México, Cuba y
España, EE. U.U.
DESATINO
La encontró desnuda sentada al borde de la tabla de
madera, la arena del rio destellaba una
luz entre blanca y azulina, se le
ocurrió que por ahí se deshilaba a borbotones
el célebre tesoro del Dorado, tan brillante eran las escarchas que la
idea quiso concretarse en su cabeza, pero la luminiscencia de esa piel de niña,
sus senos diminutos, su cuerpo sosegado y corta cabellera casi grana, le
hicieron deslumbrarse.
Ella en cambio esperó que se acercara y cuando estuvo
cerca respirándole su aliento al
rostro, con maniobra felina lo volteó y
se abrazó a su espalda, sometido ya mordió su cuello, y lo penetró con la
violencia de los huracanes de San Judas,
solo así podía saciarse en los días de luna cuando se escapaba.
Dmitry Kalmykov (Elistá,
1986). De 2004 a 2010
estudió en el Instituto Literario Gorky a distancia, el seminario de V. V.
Orlov. Publicó sus obras en las revistas “La Amistad de los Pueblos”, “La
Bandera”, “La Juventud”, “El Imperio del Espíritu”, la antología “El Bulevar de
Tver, 25”, “Letras”, “Belkin”, “La Concordancia de los Tiempos, 2011”,
“Gvideón”, “Volga”. Miembro del círculo literario “Belkin” anexo al Instituto
Literario Gorky. Participante de la conferencia de los escritores jóvenes
adjunto a la Unión de los Escritores de Moscú – 2011-2014. Miembro de la Unión
de los Escritores de Moscú. Laureado del Premio Voloshin 2012 en la sección
“Prosa”. Autor de la novela Las Notas del
Maestro Provincial P. G. Carudo.
Traducción al castellano por Olga Slyunko
CARPA
-¡Ella dice huele a algas! ¡Qué tonta de
verdad! –Misha se rió y arregló el cinturón de seguridad
puesto sobre el freno de mano.
El motor traqueteaba y zumbaba, el viento silbaba entre los vacíos de la
ventana lateral y en los huecos del piso podrido, pero ninguno de los sonidos
podía callar la palabrería de Misha.
-Todo eso le metió la suegra. Imagina, me
dice que yo no coma la carpa, porque tiene mucha espina. ¡Qué tonta! ¿Cómo vivió tantos años con semejante mente torcida? ¡Ja-ja! ¿Y qué con las
espinas? ¡Ni masticas, sacas la espina y comes la carne! ¡Y la
carpa es un pez excelente! Especialmente ahumado. También está bueno frito o al vapor. Coño, ya me dio
hambre. Mira ¿Qué hay de tragar?
Vasya apenas tocó el pasador y la tapa angular se cayó
mostrando la boca oscura de la guantera del Jhiguly[1]. Cayeron
susurrando el montón de papeles a sus pies. Vasya se puso a recogerlos.
-Déjalo, es pura tontería, - lo paró Misha. – Toma mejor la bolsa.
La mano de Vasya tomó una bolsa pesadita. El pan blanco,
el jamón ahumado y una navaja con un diseño grueso de ardilla
encima de la manilla.
Vasya se puso a hacer sándwiches. Con el traquetear del auto, el cuchillo se
deslizaba constantemente y Vasya lo dirigía con cuidado, así que los pedazos de
pan y jamón salían de dos dedos de grosor.
-¡Qué vaina! ¡Barriga llena, corazón
contento! – dijo Misha, mirando el sándwich que le pasaban.
Vasya quitó las migas de las rodillas y guardó
de nuevo los restos de pan y jamón en la guantera.
-Lenka me dijo que tú estás como deprimido, - Misha estaba ronco
por haber tragado el sándwich en seco. – Y yo la conozco hace rato. Pero
tranquilo que no tuve nada con ella. Sólo éramos vecinos en Kalitna. Íbamos a
la misma escuela. Aunque sea diez años menor que yo, recuerdo cómo le puede
sacar la piedra a uno. Su madre le rompió más de un rastrillo en la espalda. ¡Ja-ja! Siempre venía a
la bodega y compraba dos rastrillos – uno para usar y el otro para Lenka. Claro
que con semejante carácter a cualquiera lo vuelve loco. Pero yo conozco un
remedio. Vamos contigo a Himky a la calle de Butakov, ¡Allí en el paso peatonal
hay unas reinas divinas! Yo entendí de una – tú eres fiel. Pero eso es
necesario como un remedio – ¡Lo tomas y listo! Así que no hagas mala cara. El
poner cachos bien hechos fortifica el matrimonio. Comprobado. Todo mejor que
andar desganado, porque eso no es vida. Hay que moverse. Igual la vida te va a obligar. Por ejemplo, yo
manejé la última vez en 1989, en el ejército dirigía un camión, y ahora lo
necesité por trabajo, compré esta chatarra por 300 dólares y otra vez al
volante. Coño, salimos tarde. Pero no importa, nos apuramos, y alcanzamos a
sentarnos al lado del fuego.
Misha se dirigió al pueblo. El disco solar
se escurría goteando detrás de las cimas de los pinos coloreando de rojo el cielo.
- Trae la cuerda. Está en el baúl, - Misha abrió
la tienda de campaña y estaba poniendo las varillas en la tierra.
Mientras Vasya se ocupaba con la cuerda
enredada, la cúpula de la tienda de campaña se elevaba no tan alta, por encima
del claro y Misha prendía el fuego.
- Déjala donde estaba, - Misha señaló la
pelota en las manos de Vasya. – Encontré otra.
El fuego ya estaba chirriando en la entrada
de la tienda de campaña, el compresor sonaba hinchando el bote de goma. Misha
agarró la caña y un bolso de pescar.
-Vamos, miramos el fondo mientras tanto.
Las tablitas grises se movían y crujían debajo de los pies
de Misha y Vasya.
El muelle serpenteaba un poco entre los pilares de
soporte podridos que sobresalían del agua.
Cuando llegaron al borde Vasya miró hacia atrás, el fuego, la tienda de
campaña y el auto se achicaron. De la
superficie oscura del agua de vez en cuando salía el plumaje de la niebla y se
deslizaba lentamente hacia la orilla. Misha puso el plomo al sedal, braceó la
caña, el agua sonó suavemente lejos del muelle. Misha giraba la manilla del
carrete sin prisa.
- Mira a la punta, tiene que ir abajo. ¡Eso! – Se notó que la
punta de la caña se dobló. – Entonces allí hay un hueco. A la carpa le gustan los huecos, se acuesta y
es difícil sacarla de ahí.
Misha miraba la orilla en búsqueda de unas señales. - Cuando vayamos en el bote le tiramos algo. Me huele que si la carnada sirve,
va a salir una bien buena. El lugar es perfecto.
El remo entró suavemente al agua.
Dos hilos delgados parecidos a las cicatrices se estiraron detrás
de la pala y se disolvieron como burbujas sin peso.
- Listo, frena aquí mismo, - Misha susurró
con la bolsa. – Todavía está cálida. Herví cebada y añadí maíz. A ella le gusta mucho. La vez pasada picó
con el maní, pero no me gusta repetir aunque sea en un nuevo lugar.
Vasya miraba cómo los pedacitos grises
desaparecían en la profundidad. - lo más importante es no exagerar con la
carnada. Si no - se llena y no le interesa el gancho.
Aquí el secreto es llenar a los pececitos
chiquitos que son más rápidos, dejando la carpa grande con hambre, para que
sienta el olor y suba desde el fondo. ¿Está claro? La carpa grande no va a
venir a tus manos por su cuenta, hay que conseguirla. Bueno, a remar.
Se oscureció por completo, sólo el cielo
negro sin estrellas arriba y el agua negra abajo.
- Agarra por allá. ¡Así no es! ¡Lo vas a enredar!
Vasya no podía con los hilos delgados de la red, los dedos le fallaban,
la red se enredaba, agarrando los botones de la ropa. – dale, desenreda. Vamos a lanzarla. Por allí, lejos, cuento
hasta tres. ¡Uno, dos, tres!
La red se sumergió suavemente en el agua.
- Todo en orden. Por si pasa la policía, la red
no es de nosotros, no sabemos de quien es. ¿Entendiste? Pero no te cagues,
ellos son perezosos, a mí no me agarraron ni una sola vez. Mañana en la madrugada
lo subimos, ponemos todo en el baúl y nos sentamos en la orilla con las cañas.
Por aquí hay una procesadora de pescado, así que va a haber buena pesca.
Calcula por noche unos 200 dólares. Me conocen bien en el mercado, van a
recibir sin preguntar nada. Pásame el remo, de regreso remo yo.
El fuego estaba no tan alto, pero sí
muy caliente. Vasya estiró hacia el fuego sus pies mojados con mucho gusto.
Misha le tiró a su lado una botella de vodka y un paquete de vasos desechables.
- Sirve, mientras yo
pongo la mesa, - ordenó Misha y empezó a rebotar entre el auto y la fogata como
una bola de ping pong.
Cuando crujió la etiqueta, la mesa
del caucho de repuesto cubierto con una hoja de cartón ya estaba lista, Misha
estaba abriendo las latas.
- Como si el Cristo hubiera caminado por mí, - Misha acarició su
pecho y miró al vaso vacío. – ¿Cómo es lo que dices que no hay muerte? Mejor termina con eso.
Lenka dijo que está preocupada por ti, que puedes suicidarte. Pero hay que
vivir. ¿Crees que yo no pase por pensamientos así? ¡Ay hermano! Mi madre se
murió cuando yo tenía ocho años… Cada uno puede encontrar la razón.
¿Pero para qué? Uno se siente mal cuando no se interesa por nada. Algún oficio. No trabajo, sino algo para el alma.
- Lo más importante es no dejar que se
caigan las alas. Es como en la niñez, haces una silla en el liceo, la traes a
la casa, tu papá te aprieta la mano, te da una palmada en el hombro, ahí mismo
te sientes una persona. Pruébalo tú, haz algo. Para que a ti mismo te guste. ¡No tiene nada que ver con una silla! Hazte una tarea y la cumples. ¿Por qué crees que
me gusta pescar la carpa? Porque es una tarea compleja. Encuentra un lugar, alista los materiales, escoge
la carnada, búscala y trata de agarrarla. ¡Esa no es una
sardina! A la carpa hay que engañarla, vencerla. Bueno, también siempre se
puede comprar una carnada especial, revisar todo el fondo con un sonar. ¿Y tú qué crees? ¡El sonar ahora se vende regalado! Pero así no es
interesante. Eso es de lo que estoy hablando. Resulta que con todas
esas vainas como que la atrapas y agarras seguro. Pero prueba actuar con tu
astucia, ¡Así vas a respetarte! Dime si te estoy aburriendo. No te avergüences.
Yo tampoco lo necesito mucho, solo que Lenka me pidió el favor. Como si yo te
devolviera a la familia, ¡ja-ja! Pero por mí, la solución es que te acuestes con
otras mujeres, y vas a estar como nuevo. El agua estancada se
empicha rápido. Tú eres un buen tipo, pero necesitas una sacudida. ¿Сómo que no va a funcionar? ¡Olvídalo! ¿Cómo que no
hay sentido? Con semejantes pensamientos, hermano, lo único que te queda – hundirse en el
fango, ¡ja-ja! Vamos a tomar otra más,
para no hablar tanto.
Misha se calmó con la misma velocidad que hacía las
cosas. Se hizo completamente invisible en el sueño, su ronquido no se oía en el
claro y no inflaba las paredes de la tienda de campaña, él no se movía ni
murmuraba. Como si Misha se hubiera desaparecido por completo.
Vasya se acercó al agua. Las nubes nocturnas
se aclararon, el aire se puso gris y húmedo. Acostado en el muelle Vasya se
puso a escuchar. El silencio se disolvió poco a poco con el sonido del agua, el
zumbido de los mosquitos, el susurrar de los arbustos, el canto de las ranas.
Vasya estaba acostado en las tablas húmedas, absorbiendo los sonidos y
sensaciones. El viento venía con ráfagas lentas y suaves, zumbaba llamando
debajo de las maderas. El sonido del agua se ponía inquieto e impaciente. Vasya
se paró, se quitó la ropa rápido y fue caminando hacia el borde del muelle, ahí
otra vez se acostó en el mismísimo borde, con su coronilla sobresaliendo encima
del agua. El aire frío quemaba su piel.
Vasya sentía como en todo el cuerpo a través de las redes de los capilares y
los canales de venas fluía la sangre caliente. Él volteó la cabeza hacia un
lado y se aplastó rápido, la nariz y la boca se estiraron hacia adelante, Vasya
quería parpadear, pero sus párpados habían desaparecido. Sentía como si todo el
cuerpo se hubiera pegado, se convirtió en gelatina y otra vez se puso
rígido. Los órganos, huesos y músculos
se hicieron un solo terrón que otra vez se fue deshaciendo, y poco a poco fue
transformándose en otra estructura. Vasya estaba quemándose desde adentro, lo
punzaban y cortaban, rompían y jalaban. Él quería gritar, pero la boca se abría
y se cerraba silenciosamente. Vasya se retorcía del dolor, golpeaba las tablas
con la cola, trataba de soltarse, saltar por encima del cuello, el aire frío le
quemaba las branquias. Desesperado Vasya hacía un tirón tras otro, con la
mirada turbia veía el borde del
puente, pero estaba demasiado lejos. Las tablas empezaron a temblar debajo de
su cuerpo. Desde la niebla gris apareció una figura humana.
- ¡Coño, qué grande es! – Misha agarró hábilmente la
carpa por debajo de las branquias. – ¡Vasya! ¡Vasya! ¿Dónde estás? ¡Levántate! Parece que traes
buena suerte, ¡ja-ja! Nadie va a creer, un semejante hipopótamo se tiró él solo
del agua. ¿Oíste? ¡¿Dónde estás?! ¡Vasya! Mejor dicho es tuya la pesca. ¡¿Dónde carajo estás?!
La carpa tiró la cola nerviosamente y casi
se deslizó de las manos de Misha.
- Bueno, carpita, ya dejaste de nadar,
- Misha se sentó en cuclillas, apretó el
pez con los cachetes contra las tablas para que el cuerpo no tocara la madera y
presionó rápido, rompiéndole a la carpa la espina dorsal. – Lenka va a estar
muy contenta…
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