Fabio
Martínez (Cali,
Colombia, 1955). Doctorado
en Semiología de la Universidad de Quebec en Montreal (UQAM). Entre sus libros,
podemos destacar: Un habitante del
séptimo cielo (novela), Pablo Baal y
los hombres invisibles (novela), El
tumbao de Betthoven (novela), El
desmemoriado (novela) Del amor
inconcluso (minificciones), La
búsqueda del paraíso. Biografía de Jorge Isaacs, El viajero y la memoria (ensayo) y Los viajes de la música: Música y poesía Afroamericana (ensayo).
Primer Premio 'Jorge Isaacs', 1999 y Primer Premio Latinoamericano de Ensayo
'René Uribe Ferrer', 1999. En la actualidad, es profesor titular de la
Universidad del valle y columnista de El Tiempo.
Del
libro Del amor inconcluso
MARTA
Y EL CAZADOR
1
Desde hace quince años, Marta Borrero es mi mujer.
Como en todo este tiempo no la he podido conocer, consulto el Diccionario
Enciclopédico de Biología. La Biología es la mitad del destino de la mujer,
dice, y gracias a la ciencia puedo hacerme a una idea más o menos clara de
ella:
Marta: Carnívoro de los bosques de Asia y Europa que
posee una piel preciadísima, sobre todo en invierno, cuando el pelaje luce en
toda su belleza. Muchas veces su magnífica defensa contra el frío le atrae la
bala del cazador, que toda la vida la persigue con codicia.
2
Con Marta nos acabamos de separar. Después de quince
años de vivir juntos (hoy a la miseria humana le llaman vida), me queda una
foto que nos tomamos en Miami, al lado de unos cachorros de león, y una
cantidad de cuentas en rojo. Recuerdo que cuando nos acercamos a la jaula donde
estaban los felinos, Marta y yo casi no podíamos sonreír por el olor
nauseabundo que salía de la jaula. Marta por nada vomita.
Hoy, vuelvo a mirar el escenario de nuestro último
viaje, y descubro con dolor que la foto que nos tomamos en aquella ocasión aún
conserva el olor nauseabundo.
3
Marta ahora vive con el cazador. Él, como hombre
boyante que es le ha regalado un cachorro de león para que le sirva de mascota
cuando por razones de trabajo se ausenta de casa. Marta contempla al felino y,
apenas llega a sus napias una corriente de aire nauseabunda, deja de sonreír, y
le dan ganas de huir y mandar todo a la mierda.
Alexey Antonov (Sebastopol,
1955). Poeta, dramaturgo.
Desde 1994 trabaja en la cátedra “Teoría de la Literatura y Crítica Literaria”
del Instituto Literario Gorky. Docente. Dirige el círculo literario “Belkin”
anexo al Instituto Literario Gorky (desde 2007). Publicó sus obras en diversas
revistas y antologías. Laureado con el Premio “Gulliver Ruso” 2015 "Flash
Story". Publicó artículos críticos en las revistas “Los Bordes”, “Moscú”,
“La Educación Popular”, entre otras.
QUIENES
NADAN MÁS ALLÁ DE LAS BOYAS
El que calla, otorga.
Refrán
“Apreciados huéspedes,
por favor no naden más allá de las boyas. Es peligroso para su vida. Les
deseamos felices vacaciones”. – dice una portavoz con cortesía.
De hecho, todavía no está diciendo nada, pero ellos ya lo están esperando. “Apreciados huéspedes” – incluso son
ellos. Y ellos por desgracia nadan más allá. Es la enésima vez que lo hacen. El
enésimo año que están de vacaciones juntos. Tienen hijos y superficie habitable
en común. Hace rato. Ellos duermen en la misma cama, cobijados cada uno con
diferentes cobijas. Y muy pocas veces con la misma. Hace rato. Ellos casi no
hablan. Bien sea que no hay de qué hablar, o que no hay por qué o con qué. Ya
hace seis años.
Claro que ellos fingen que se comunican, se dicen el
uno al otro palabras vacías sin sentido, por costumbre, en presencia de los
hijos, padres y conocidos. Sólo que hay cada vez menos conocidos y aparecen
cada vez menos. Cuidan a los nietos. Sólo que los hijos ya crecieron y viven
uno en Kaliningrado[1],
otra en Kamchatka[2].
Sólo que los difuntos padres – los unos y los otros – están en el cementerio.
En la mañana el agua está tranquila, tierna y
transparente. Ellos andan hacia ella por la arena, esquivando los veloces,
bruscos, altos muchachos acomodando los toldos, al lado de los muchachos
barriendo las algas del oleaje de anoche. Ellos se van cada uno a un
guardarropa que todavía está cubierto de rocío, aunque fácilmente podrían usar
uno solo. Luego extienden su colchoneta conjunta y buscan en la arena unas
piedras parecidas para sujetar la colchoneta. Dos él, dos ella. Después se
sientan y miran el agua. Miran el mar. Luego se bañan rápido. Luego se secan
con la toalla común. Luego se acuestan al lado y se ponen a leer. Ella – a
Ulítskaya[3], él
– a Castañeda. Las sombras se achican, la arena se recalienta, y en ese mismo
momento les dicen con una voz metálica: “Apreciados
huéspedes, por favor no naden más allá de las boyas. Es peligroso para su vida.
Les deseamos felices vacaciones”.
Ellos se relajan, se estiran y tratan de descansar de
la manera más agradable. ¡Pero ni lo piensan! Se levantan crujiendo los
postigos de los toldos, suena ronca la música optimista y vivificante, los
vendedores ambulantes invitan a comprar los hojaldres, mejillones, cangrejos,
camarones… El éter se llena de cancioncillas y los pipotes con la basura. Se
inflan los toboganes de caucho y catamaranes, se bajan al agua los transportes
de agua. Etcétera, etcétera.
Mientras tanto y entre tanto la playa se repleta densamente
con biomasa. Llega por agua y tierra, con carritos y caminando. Es joven y
vieja, fresca y arrugada, bronceada y pálida, gorda y flaca, linda y no,
suficiente y demasiado descubierta. Consume los víveres, toma el líquido,
absorbe la energía solar, se humedece, se comunica por los móviles. Interactúa.
Y ellos miran.
Cuando el sol empieza a calentar y quemar en serio,
ellos comen pizza con cerveza en “Mar”, “Madre Japonesa” o “Am-Bar” a la sombra
de los toldos. Gracias a Dios, las pizzas son iguales en todos lados. Él come
el picante “Siciliano”, ella – la clásica. Él piensa que ella piensa: “¿Cómo
puedes comer eso?” Pero ella se queda callada. Igual que él. Y la cerveza es la
misma, “Chernigovskoe[4]
rubia”. Para él – 0,5, para ella – 0,33. En vidrio.
Durante la comida él mira a la muchacha al frente con
un traje casi invisible, con una cruz muy pesada de oro encima de un tatuaje de
dragón y con un piercing en el ombligo. Él trata de imaginar qué es lo que
tiene en la cabeza. Qué clase de lío. Ella examina los grupos de músculos del
pecho en relieve, bíceps y tríceps del muchacho bronceado con el pelo naranja
de pie. Pero miran sin ninguna intención, sólo con la curiosidad ociosa
indiferente. Una curiosidad entre los dos.
Pero la pizza no es la vida. No toda la vida. Uno no
vive sólo con pizza, la pizza se acaba. Y ellos se
devuelven a su colchoneta. Ahora ellos juntos se broncean de espalda. Él – con
su espalda huesuda. Ella – con la suya, bueno con la suya. Hermosa. Todavía
curvilínea. A veces deseada. Pero al fin -- ¿Qué? La espalda es la espalda. Y
él se alista para dormirse. Pero ahora es la cuarta vez que “El Júpiter”
navega, y es hora de su nado hasta aguas profundas. Entonces, ellos se ponen a
nadar.
Ellos nadan despacio y rítmicamente. Nadan hombro con
hombro. A brazada económica peatonal. Manteniendo el frente contra la ola tenaz
y abrupta. Les mentan la madre los muchachos de las motos de agua. Pero no
importa. Ellos los miran: él a la izquierda, ella a la derecha. Ella hacia
Lubimovka[5], él
hacia Tolstyak[6]. “Apreciados huéspedes…” – les dicen desde la
orilla. Lo siguiente se lo lleva el viento. ¡Bah! Y nadan como
en la niñez en el campamento de pioneros[7]. El mar se
vuelve más denso, severo y espeso. Él se imagina que es un escarabajo,
escalando por el borde del agua. Moviendo las patitas-manos flacas. Y abajo
está el abismo. Y ella – una astilla desprendida. Arrastrada con los elementos
libres del aire y del agua.
Ya está lejos de las boyas, cuando ellas, las boyas se
convierten en puntos rojos bailantes casi invisibles, él se acuerda, cómo
empezaba todo inevitablemente, cómo se construía todo firme. Cómo en el primer
grado los pusieron a él y a ella en el primer pupitre en la primera fila. Cómo
desde la niñez se atraía el uno al otro con una fuerza insuperable. Cómo ella
le prestaba para leer los escasos La Isla
del Tesoro, La Odisea del Capitán
Blad, Los Hijos del Capitán Grant,
Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino
y La Isla Misteriosa. Como los leía
noches seguidas, años seguidos y la adoraba por eso. Más exactamente la
empezaba a adorar. Ya en ese entonces. Por Cartagena, por Tortuga, por Jamaica,
por el cálido Barbados.
Cómo después los inscribieron para tomar clases de
natación en la piscina de 25 metros con un entrenador de apellido chistoso:
Shubabko. Cómo ella se enamoró sin ser correspondida de ese
adulto esbelto Shubabko con anteojos, y él de repente se puso
celoso. Cómo después ella tenía clases de baile, ágiles compañeros que se
intercambiaban las parejas a menudo, y él tenía su buceo y peces. Sólo peces
silenciosos. Cómo en la fiesta de graduación ella dijo: “¿Qué hago sin ti?”
Cómo sentía una felicidad efímera. En el techo de escuela cubierto con material
pegajoso, encima de la ciudad abrasada de luces.
Y después la capital, universidades, la natación
sincronizada de ella, ictiología de él. Y el frío. Y las papas. Y el amor – en
los catres de la residencia de estudiantes, en los apartamentos de amigas, con
las sábanas sucias, por una horita, simplemente en los rincones de los pasillos
de los apartamentos fríos malolientes y asquerosos. A través de las medias
panty. ¿Qué más se va a hacer? Después – el cargo, apartamento, microondas,
prosperidad. En el trabajo – los acuarios con los importados acipenser [8]
desovando. Aburrimiento. Saciedad. Caviar.
¿Cómo hacerlo de nuevo? ¿Y diferente?
Pero no hay respuesta.
Nada.
Ella piensa diferente. Piensa en esa, no sabe ni cómo
llamarla. En ese pez dormido. Esa, con quién se atrevió a olvidarla. 24 años
atrás. En invierno. Donde la familia
Plotnikov. En la calle Razgulyaj 13, apartamento 91. Casi en su
presencia. “Por un minuto”. Así se justificó. Pero no se puede perdonar.
Entonces vive solo. Entonces nada. Entonces cállate.
Ella se hizo la tarea de lucir más joven. Mejor.
Divertida. Luminosa. Y saben, le funciona. Ella se bronceó en el solario y se
aclaró el cabello en el salón de belleza, se pintó las uñas de los pies en
cinco colores vivos y llamativos, se afeitó por completo su pubis fuerte
entrenado, se volvió más flaca, se volvió promiscua. Y ella recuerda, esa etapa promiscua. Y nada
bueno.
Ella, sin duda, piensa en lo hijos, pero de paso. Los
hijos ya son adultos, respetables, no les va a pasar nada a esos hijos y no
necesitan nada. Nadie le debe a nadie.
Ella piensa en el futuro no realizado. En el yate,
surcando algo por ahí, en el sol, mezclado con el viento, en los capitanes
oliendo a ron. Pero ella piensa en general. Pero sobre todo en ese pez dormido.
“¡Imposible! ¡Imposible! ¡Jamás! ¡Jamás! ¡Ni lo pienses!” – piensa ella.
Ya están en las aguas neutrales de nadie. Ya pasó
detrás de ellos “El San-Petersburgo” gris y puntiagudo con el valeroso
compañero de clase Vitek que casi no se veía en el puente. Pasó y no los notó.
Estará ocupado. Estará guardando y protegiendo. Cuidando las aguas de la
patria. Y ya no tienen fondo debajo de ellos. Allá está la oscuridad y el
abismo. La fosa. La resaca. Pero ellos siguen nadando. “Hay que reparar la
llave en la cocina”, -- piensa él. “Hay que llevar flores a la tumba de papa y
mamá”, -- piensa ella. “Hay que hacer muchas cosas”, -- piensan los dos en
silencio. Mientras tanto el hogar orilla se convirtió en una raya y Kacha[9] se
envolvió en la niebla. “Ahora quizá el Sinope[10] está más
cerca, pero allá no hay toalla afelpada”, -- piensa ella. “No, qué Sinope. Está
más lejos que mejor olvidarlo”, -- piensa él. “Recuerdas como el
sol estaba acostándose en el mar y nosotros estábamos al lado del INBMS[11], --
piensa ella. “En el puente de dragones”, -- corrige él. “Los dos teníamos
diecisiete años”, -- piensa ella. “Ya hace dos días había cumplido dieciocho”,
-- corrige él. “Ah, sí”, --.se conforma ella en silencio. “¿Y recuerdas?...”
“Recuerdo, recuerdo todo mejor que tú”, él se pone bravo en silencio. Y ellos
nadan adelante.
Ella se puso brava con él en la mañana porque él
rasguñó por casualidad su doloroso callo con una uña descuidada y amarillenta.
Sirviendo sushi. Le rasguñó el alma. Él lo hizo de venganza porque ella cambio
su indiferencia habitual por desprecio mordaz. Y están enojados por dentro.
“¡Pues no! Tú das vuelta primero”, -- piensa ella. «Sólo después de Usted”, --
piensa él mortificado.
Él se voltea y no ve la orilla. Ya no se puede nadar
de regreso. Ya no se puede regresar. Tendría que decir que es hora, hace rato
es hora de girar, girar todo, pero ya es tarde
y además no hablan. Y siguen nadando. ¿Qué más les queda?
La mar se pica una vez. Sólo una vez.
“Perdóname”, -- dice él.
“Y tú también”, -- dice ella.
Y ellos se ahogan bella y suavemente.
De espaldas.
Y se acuestan en el fondo.
Pero juntos.
Al ladito.
Apreciados huéspedes,
por favor no naden más allá de las boyas. Es peligroso para su vida. Les
deseamos felices vacaciones. Toman cerveza Chernigovskoe. Vuelan con
Aeroflot[14].
[1] Kaliningrado es una ciudad portuaria de Europa Oriental perteneciente a Rusia tras su ocupación en 1945.
[3]Ulítskaya es una bioquímica y escritora famosa rusa nacida 21 de febrero de 1943, URSS. Ha
publicado más de 10 novelas y varias colecciones de cuentos.
[4]Chernigovskoe es una
marca de cerveza ucraniana.
[5] Lubimovka es un
pueblo que hoy en día forma parte de Sebastopol, Crimea.
[7] El Movimiento
de Pioneros agrupa a organizaciones juveniles relacionadas con partidos comunistas, por lo general en estados socialistas.
[9] Kacha es un
pueblo cerca de Sebastopol
[11] El Instituto Biológico de los Mares
del Sur
[12] Anastasia Vertinskaya es una actriz de cine y de teatro, fue distinguida como Artista del Pueblo de
la RSFSR en 1988.
[13]“Hombre anfibio” es una película
fantástica de la Unión Soviética filmada en 1962 y dirigida por Vladimir Chebotaryov y Gennadi Kazansky.
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